jueves, 22 de agosto de 2013

LA ENFERMEDAD: UNA OPORTUNIDAD


 

Vivimos una época en que los valores de mayor cotización son el éxito económico, la competitividad, la arrogancia, la juventud. En esta era de “triunfadores”, en que la consigna parece ser la de comerse el mundo, la enfermedad viene a ponernos de nuevo los pies sobre la tierra,  nos recuerda que tenemos necesidades,  que somos vulnerables y por eso mismo  se oculta con cuidado y pudor a los ojos de la gente sana.

Es difícil   hablar de la enfermedad como algo positivo e incluso a veces necesario, cuando  la salud se nos presenta como un valor tan absoluto.

La medicina  nos aclara  el cómo de la enfermedad, pero casi nunca, pese a los recientes avances en el campo de  la neurociencia, el porqué y menos a la angustiosa pregunta de: ¿Por qué precisamente a mí?

Cuando existe un desequilibrio,  una falta de armonía, el cuerpo se muestra, habla y nos habla más allá del filtro de la razón. Es el vehículo de transmisión de lo que nos está ocurriendo, llama nuestra atención, a veces irrumpiendo de una manera brusca y por sorpresa en  nuestra vida. A la mente podemos engañarla, pero no al cuerpo.


Cuando aparece un síntoma, hay que escucharlo, atender  lo que nos está indicando de nuestra vida: a esa energía bloqueada, a esa necesidad no satisfecha o a esa polaridad negada. Si  solo  eliminamos su molestia, corremos el riesgo de que  derive en una enfermedad y a no recibir la información necesaria para mejorar nuestra vida 

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