jueves, 4 de julio de 2013

APROXIMACIÓN AL MUNDO INTERIOR DE LOS JÓVENES



En muchas ocasiones a profesores y padres,  el desconocimiento del mundo interior de los jóvenes, nos lleva a reacciones que tienen que ver más con nuestra falta de recursos y miedos que a lo que realmente está sucediendo o necesita el adolescente, sumiéndonos en la frustración  y el dolor o en el caso de algunos  padres a la “dimisión” de sus responsabilidades como tales.

Siempre hemos considerados los sentimientos como algo íntimo, tanto que ni a veces nos hemos permitido reconocerlos y por tanto vivirlos, ¿podemos entonces desde una institución pública como la enseñanza reconocerlos  como actores en nuestro trabajo?

Reconozcámoslo o  no, las emociones  son en esto momentos protagonistas en los centros educativos. Cada vez que veo entrar un compañero en la sala de profesores “resoplando”, le escucho chillar a un alumno  o aparentemente, desatendiendo las emociones que la confrontación con sus alumnos le producen, se   hunde en un sillón , veo la necesidad de saber manejarnos y comprender lo que nos está sucediendo, sumiendo a veces en la frustración, el desánimo o el cinismo como coraza.

Pero además de las que nosotros mismos vivimos,  aquellos con los que estamos en contacto,  es decir la propia adolescencia, es por si misma, un tumultuoso camino de emociones que van desde  el vacío interior, la tristeza, la vergüenza, la rabia y la necesidad de comprensión, el amparo y la aceptación, la necesidad de sentirse…...Todas ellas son legítimas y necesarias para que haya crecimiento y  en todas  tenemos  que saber manejarnos como seres maduros. Respetarlas y no enajenarlas, es tarea importante de aquellos que bien como padres, enseñantes o terapeutas les acompañamos en este, a veces  difícil, pero emocionante camino.

Es necesario sanar la diferencia entre racional y emocional, en las escuelas, instituciones y sobretodo en el hogar, facilitando la integración entre cabeza y corazón, lo cual supondrá un cambio de paradigma. Nos tratamos de la forma en que hemos sido tratados, tratamos a las otras personas de la manera en que nos tratamos a nosotros mismos.

Pero conviene saber, sobretodo cuando hablamos de la necesidad de que el adolescente exprese y reconozca sus  emociones  que  la violencia y la agresividad no son emociones, sino comportamientos y que no son lo mismo que el enfado, aunque en algunas ocasiones los sentimientos no correspondidos, la indefensión y la vergüenza son, la base de una ira que puede conducir a la violencia. La violencia, estaría relacionada con el miedo y la rabia; es un escape del miedo, una huida hacia delante.

Una de las  mayores gratificaciones que tiene la violencia y la destrucción es la sensación de poder que vive  el violento mientras humilla, hace daño o degrada a otro ser humano. A veces el adolescente distorsiona la realidad asumiendo el papel de víctima de la sociedad. Deshumaniza el “objeto” víctima de su violencia y considera que actúa dirigido por su conciencia de una forma justa y necesaria. Surge el sentimiento de estar obligado a hacerlo. La violencia suele ir unida también a una baja autoestima, intentando con ella, demostrar su poder como mecanismo de compensación.

De cuando en cuando, a  raíz de algún suceso o estudio,  podemos leer titulares relacionados con la violencia en las aulas, se habla de su aumento y se tratan de forma muy generalizada. Pero lo cierto es que si bien ha habido un cambio  o transgresión de  valores  no todos los actos de rebeldía de un adolescente pueden ser considerados como actos violentos.

También es importante distinguir lo que es un carácter o comportamiento violento y lo que puede ser un hecho puntual de ira por circunstancia determinadas, lo cual no elude la responsabilidad y atención que tenemos que tener respecto a cualquier “mal trato” en los Centros de Enseñanza.





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